El cáncer de ovarios aparece normalmente en mujeres mayores de 63 años y las posibilidades con contraerlo disminuyen con un embarazo, el amamantamiento y la toma de la píldora anticonceptiva. Grego Ramírez con 46 años ha conseguido sobrevivir a un cáncer de ovarios. Se considera una afortunada por superarlo y por tener a personas que han estado a su lado apoyándola durante la enfermedad.
¿Tengo cáncer, no?
Pregunta: ¿Cómo te encuentras ahora?
Anímicamente siempre he estado bien, ahora mejor, lógicamente y físicamente también estoy muy bien, me han quedado muy pocas secuelas.
Respuesta: ¿Cómo fue que te dijeran que tenías cáncer de ovarios?
Yo entré en la consulta y lo que tenía eran unos quistes gigantes de 15 y 20 centímetros en los ovarios, entonces la primera operación era para quitarme esos quistes, que eran los dos benignos. Lo que pasó fue que al ser tan grandes no dejaban ver lo que había detrás. Cuando me abrieron no vieron que lo que yo realmente tenía que, además de los quistes, era cáncer. A mí no me lo dijeron, se lo dije yo a la médica. Ella entró con dos enfermeras y yo estaba con mi marido y ella empezó a dar vueltas y claro, yo lo noté y fue cuando le dije: “¿Tengo cáncer, no?”
P: ¿Cómo te lo tomaste?
R: Yo estaba bien, porque jamás había pensado que yo iba a tener cáncer. Pensaba que si tienes cáncer, tendrías fiebre, malestar... Como los quistes eran grandes tenía el abdomen inflamado, pero no tenía síntomas graves. La verdad es que se cogió muy pronto, quizás cuando ya empieza a afectar se tienen dolores más fuertes, pero en mi caso no.
P: Y, ¿cómo fue contárselo a tu familia?
R: Mi marido lo supo el día antes, cuando me operé, a él si se lo dijeron, además en mi operación entraron dos amigas mías y lógicamente ellas también lo sabían. Una vez que ya lo supe, lo que quería era comunicárselo a mi gente más cercana. Había que darle naturalidad. Aunque quería decírselo a la gente, creo que es lo peor porque cuando estás así, los que están a tu alrededor lo pasan incluso peor que tú porque sabe hasta que punto te sientes mal, hasta que punto sientes o no miedo... Eso sí es duro; los ves llorar, cómo cambian las caras, el miedo que tienen en el cuerpo, pero yo ese miedo nunca lo he sentido. Yo nunca he pensado que me fuese a morir. La verdad es que a mi hija de 10 años no la senté para decírselo, pero ella lo escuchaba todo. Pero a mi hijo sí. Él tenía muchas dudas y yo quería explicárselo todo. Y claro, a mis padres, a quien más pena me dio tenerlo que decir fue a mi padre. Aún así, lo que yo no quería era que mi gente cercana se enterara por fuera, quería decirlo yo y que todos me vieran que yo estaba bien y el ánimo que tenía.
P: ¿Notaste algún tipo de síntomas antes?
R: Bueno, yo tenía un quiste muy pequeño en los ovarios que me lo estaban controlando, pero yo no notaba nada. Sí sentía unos pinchazos en la parte del hígado, pero pensaba que eran cosas musculares. Nada más, ya que mi caso fue muy atípico, más teniendo un caso de cáncer de ovarios. Normalmente se te va la regla, tienes alteraciones, pero yo las dos veces que he entrado a operarme iba con la regla, entonces era un caso totalmente atípico, incluso para los médicos.
Mi cáncer es un cáncer raro.
P: ¿Qué opciones te dieron una vez que tuviste esa conversación con los médicos?
R: Mi cáncer es un cáncer raro. Solo lo hemos tenido el 5% de la población con cáncer. Además, estaba en el estadio dos, lo que significa que es poco invasivo y de crecimiento lento. Pero tenía afectada muchas zonas. Además, este cáncer responde mal a la quimioterapia entonces había que operar sí o sí. Y no sabíamos si mi cuerpo iba a poder soportar la operación. La quimio me la dieron pero únicamente 6 sesiones, aunque normalmente son 9 , pero era preventiva.
P: ¿Cómo fue la operación?
R: En la operación me tocaron muchas cosas, entonces fue como si me hubiera pasado un tranvía por encima. Cuando me operé, el cáncer se quedó en la mesa de la operación. Pero yo he tenido que luchar por recuperarme de esta. El tema cáncer siempre ha ocupado un segundo plano porque yo de ese tema he estado bien, me quedé limpia. Todo vino a consecuencia del cáncer.
P: ¿Te replanteaste usar un tratamiento alternativo?
R: Sí. De eso me he informado mucho porque un conocido mío murió de cáncer y dijeron que era a causa de la quimio. Entonces, me hablaban del tema de la alimentación. Pero eso resulta que realmente es mentira, eso no es así. De hecho, es que los alimentos que se supone que te los tomas porque te curan para que no se alimenten las células cancerígenas, tu cuerpo lo transforma y se convierte en lo contrario. Hablando de dieta sana, pues si, todos sabemos que es buena para todo, pero no hay una panacea para el cáncer. Hoy por hoy lo que hay es la quimioterapia, que es totalmente distinta.
“No hay una panacea para la cura del cáncer”
P: ¿Cómo fue la primera quimioterapia?
R: A mí cuando me hablaban de la quimio no tenía ni idea de qué era. Yo pensaba que era una máquina especial y para nada. La primera sesión me la puse tumbada en la cama del hospital y fue como si me pusieran suero y me quedé hasta dormida. No noté nada. Sí que conocí a una mujer que decía que cuando llevaba media hora o así con la quimio le entraban náuseas, lo normal. Es cierto que te quema las venas por lo que te ponen un reservorio, un dispositivo que va en el pecho, te lo pinchan y no sientes nada. De hecho yo aún lo tengo puesto, no te lo quitas hasta que no tengas más o menos una seguridad de que no vas a necesitar ponertela más. Lo malo de la quimio es después.
P: ¿Cómo fueron los días después de las sesiones de quimio?
R: Después pasado el tiempo, creo que no lo estaba pasando tan mal por la quimio. Sino que yo llevaba cerca de tres meses en el hospital, pesaba 34 kilos, entonces no podía moverme. Estaba muy débil, había perdido la masa muscular. Entonces, después de la primera sesión estaba en la cama y no podía hacer nada. La segunda y la tercera sesión fueron mucho mejor, no noté si quiera que me la había puesto. Sin embargo, las dos últimas sí lo pasé peor, sobretodo la última. Tenía un dolor muy fuerte en las articulaciones y en los músculos y después tuve algo de vómitos.
P: ¿Cómo fue el momento en el que se te empezó a caer el pelo?
R: Yo tenía miedo por mi hija pequeña, por el trauma de verme así. Yo también le tenía miedo por la reacción que podía tener al verme así. Me corté un poco y después se empezó a caer el pelo como en las películas. Entonces decidí raparlo. Me puse el pañuelo y me sentí normal. Lo peor fue perder la ceja y las pestañas, me tenía que pintar la cara todas las mañanas.
P: ¿Notaste los recortes de sanidad ya sea en las listas de esperas o en la falta de
enfermeros o médicos?
R: Yo lo noté no en mí. Pero yo me llevé tanto tiempo que las enfermeras estaban muy encima mía y tenía con ellas una cierta relación. No son solamente tus enfermeras, pero claro tú escuchas. En mi caso me han pedido una faja para los puntos, me han pedido batidos muy caros para recuperarme y no me han faltado en ningún momento, sobres y gelatinas especiales... Pero si recuerdo un día que venía una enfermera y dijo: Fíjate llevo 4 pañales y tengo a 6 abuelos, a ver a quién dejo sin pañal. Eso sí me impresionó. Además, también veía que no descansaban. Había personas que echaban 24 horas, corriendo, pacientes que son malos pacientes, gente que desde que entran por la puerta están exigiendo y no entienden que a ti te duele, pero al de al lado suya también le duele y al otro también. Y solo hay una enfermera que se llevaba todo el día corriendo. Así que sí, hay muchos recortes y donde menos tiene que haber, en el personal.
Escuché como no tenían pañales para todos. Eso me impresionó mucho
P: ¿Crees que estos influyen en el ánimo de los profesionales?
R: Claro que sí. Pero no lo parecía. Por ejemplo, al principio te hacían la cama y después te dejaban las cosas para que el acompañante te la hiciera porque no daban a basto. Pero en el momento en el que tenían 5 minutos de descanso iban a verte para charlar un rato contigo y ver cómo te encontrabas. En el tema médico siempre me iban a ver dos médicos y una enfermera, por la mañana, al mediodía, por la noche. En la UCI sí que es una pena ver cómo trabajan, con la presión que hay y no eran capaz de estar con todos. A lo mejor, entraba un paciente y se llevaban dos horas para reanimarlo y a los demás no los podían atender.
P: ¿Encontraste algún tipo de apoyo dentro del Hospital?
R: Yo he sido una privilegiada ya que el hospital de Río Tinto, en Huelva, se volcó absolutamente conmigo. Además, dos de mis amigas enfermeras se pusieron en contacto con una médica que se implicó totalmente y dieron con un médico que es un puntero en mi tipo de cáncer, pero tiene una clínica privada e intentamos hacerlo todo por ese medio. Pero claro, era una pasta que estábamos dispuestos a gastar porque lo primero es lo primero. El primer paso que se hizo fue pasarme al hospital de Sevilla y ahí ese médico me miró, pero me quería operar pronto. Este hombre se ofreció para operarme gratis en el hospital de Río Tinto y el hospital le puso todos los medios tanto humanos como físicos que necesitó. Además, tenía una habitación sola para mí, me llevé dos meses y pico en el hospital de Huelva y estuve mejor que en una clínica privada.
P: ¿Y en una asociación?
R: En cuanto a la asociación no, porque he investigado una vez que ya estaba operada, pero dicen que allí no hablan mucho de la enfermedad, sino que se dedican a otras cosas. Yo por mi forma de ser, siempre quiero saberlo todo, tener toda la información porque eso a mi me ayuda. Además, pienso que cuando se hablan, la persona que te escucha puede darte su opinión y otra visión distinta y después cuando lo sueltas las cosas pierden importancia. Cuando lo tienes todo dentro se puede magnificar, pero cuando lo hablas libremente te sirve de desahogo.
P: ¿Te defines como una superviviente o como una luchadora?
R: Mitad y mitad, cuando caí mala creí que esto iba un paréntesis que se abría y otro que se cerraba, es decir, algo puntual. Pero lo único que pasa es que cuando dices que tienes cáncer entras en un mundo que desconoces, pero que todos: los que tienes a tu alrededor y los médicos, en el que siempre piensas que va a volver. Siempre dicen que los dos primeros años son muy importantes, los cinco siguientes también y además, cuando el cáncer te sale localizado en un sitio, después siempre suele haber una réplica pero no necesariamente donde lo has tenido, puede que salga en otro lado. Por lo tanto, yo como luchadora tampoco ya que siempre le he dado un carácter muy natural. Es una enfermedad como hay tantas, por eso nunca he querido darle la transcendencia que se le da.
P: ¿Hay algún momento en el que dejas de pensar en la enfermedad?
R: Cada vez tardas más en pensar en ella. Siempre está ahí por las secuelas que me han quedado, pero hay veces que con la quimioterapia se te quedan cosas, pero hay que aprender a vivir con ello. Sí piensas porque si te duele cualquier cosa siempre lo relacionas con el cáncer, pero después gradualmente se va perdiendo.
P: ¿Tienes miedo a una recaída?
Cuando voy a hacerme las revisiones tienes que hacerte una analítica y un TAC. Y una amiga mía me las da antes de ir al médico, así que yo sé como voy antes de llegar a la consulta. Pero ahí si que te acuerdas, tienes la preocupación de cómo estás. Aunque te encuentres bien, piensas: A ver si es verdad si estoy bien.
P: Tras el cáncer, ¿has apreciado muchos cambios en tu vida? ¿crees que eres una persona con una forma de pensar diferente?
R: El cáncer me ha enseñado humildad porque cuando tú nunca has estado mala crees que puedes con todo, tu familia, tus hijos, tu casa, tus hobbies... Crees que eres una superwoman que puede con todo. Pero cuando te encuentras en esa situación en la que dependes hasta para ir al baño de otra persona porque no puedes ir sola, te das cuenta de que sin los demás no eres nadie, de que realmente necesitas a los demás. Después, me ha reafirmado que los momentos buenos hay que aprovecharlos porque los malos vienen solos. Además, me ha enseñado que la muerte forma parte de la vida, es el último paso, pero lo es. Le he perdido el miedo, lo ves como una forma mucho más natural. Después de todo piensas que morirte es como cuando entras en el quirófano, es la nada. Aprendes que hay gente que está a tu lado incondicionalmente y que lo viven peor que tú. Estoy convencida que el cáncer es una enfermedad mucho más dura para que el está al lado que para el que la sufre. Claro, siempre que te la tomes con la máxima positividad. Tienes que querer vivir.
Tienes que querer vivir.
P: ¿Crees que influye mucho a la hora de pasar la enfermedad cómo la vives?
R: Yo creo que influye muchísimo, pero en muchos aspectos. Influye en lo que tu proyectas a los demás, ya que, si estás tranquila y los demás te ven con fuerza, la gente pierde el miedo y sufre miedo. Después, yo estaba convencida en que esto era un periodo de tiempo que lo iba a pasar y se acabó y afortunadamente ha sido así. Si lo vives de una forma natural, de momento tú no le estás añadiendo un sufrimiento más, ya eso tú te lo quitas, lo ves de otra manera. Cuando fui a ver al cirujano a Sevilla me dijo que lo íbamos a intentar y yo le dije: “No lo vamos a intentar, lo vamos a hacer. Me vas a operar y me voy a quedar divinamente. Yo tengo 44 años, tengo a mi marido, dos hijos y soy hija única. Esto sale bien sí o si, no hay otra opción”. Y además, en ser un buen o un mal paciente. A mí me han tratado bien porque yo siempre me he puesto en manos de ellos. Me han sacado líquido del pulmón a dolor y aunque duele mucho, si en lugar de estar quejándote y cuestionando al médico, le dices que tranquilo que haga lo que tenga que hacer, le das las gracias, te preocupas por las enfermeras... A la hora de tratarte es distinto.
A mi me ha costado trabajo darme cuenta que, lo que yo era, era una enferma.
P: ¿Ha habido alguna diferencia en tu relación con familia, amigos..? ¿Crees que te tratan de forma diferente por haber pasado por esto?
R: Sí. Al principio sí me trataban diferente. Mi familia y mis amigos me trataban como lo que era, como una enferma. Lo que pasa es que a mi me ha costado trabajo darme cuenta que lo que yo era, era una enferma. Y sobretodo que era una enferma crónica, no tanto por el cáncer, sino por las secuelas que he tenido. A mí me falta el colon y yo necesito un baño, además del catéter. Estaban más encima y me trataban como con más miedo. Aún lo noto, porque mi vida ha cambiado. Porque si quiero hacer un viaje al extranjero, tengo que tener cuidado con el catéter, tener mirado un hospital, que entiendan que me pasa... Porque la secuela que me ha quedado no es ponerse una inyección, sino que tiene que haber alguien que sepa cambiarme la bolsa.
P: ¿Cuál ha sido la consecuencia que más te ha afectado tanto a nivel físico como a nivel emocional?
R: Ahora mismo, físicamente, el catéter, porque dependo de alguien. He pasado de ser una completamente independiente a ser alguien dependiente con 46 años. No me puedo quedar dos días sola en casa porque necesito cambiarme la bolsa y no puedo cambiármela sola. Psicológicamente, no me ha quedado ninguna secuela negativa, más bien positiva. Yo me siento muy orgullosa de toda la gente que he tenido a mi lado. Para mí la experiencia ha sido, en ese sentido, muy, muy positiva.
P: ¿Qué le dirías a alguien que esté pasando por lo mismo que tú?
R: Yo le diría que confíe en los médicos, que intente vivirlo dentro de lo que pueda lo mejor posible. Es algo que hay que pasar, cuando empiezas con la quimioterapia pasas mucho miedo porque es algo que nunca has vivido y hablas con los demás y ves que no estás solo. Sobretodo, pensar que todo pasa y que hoy en día la mayoría de la gente que tiene cáncer, sale, el porcentaje de gente que se salva es mucho mayor. Y no pensar en la gente que cuando te preguntan te dicen que conocen a alguien que tras el cáncer duraron tantos años. Pero no ha durado eso, sino que el cáncer suele tener réplica en otros sitios. Entonces, puede que salga otro y la gente lo mezcla y es como si todo fuese lo mismo y no. Yo me he curado del mío y eso no tiene que ver con que mañana lo vuelva a tener, pero ese ya es otro distinto.
También hay que tener en cuenta el desconocimiento acerca del tema, por ejemplo, los niveles cancerígenos, que la mayoría nadie sabe qué es y son unos marcadores que te dicen cómo vas y es algo que todos deberían saber, nadie pregunta y eso es tan primordial como un TAC. Una cosa buena es que los oncólogos están muy pendientes y en el momento en que ven algo mínimamente raro te hacen una prueba para estar seguros.
Hay que tomárselo como lo que es, una enfermedad de las más investigadas, que la mayoría sale para adelante y que se pierda ese miedo de decir que tienes un cáncer. Es la palabra y es lo que es. Yo la lectura que hago es que soy y he sido una persona muy afortunada en muchos sentidos y sobretodo en la gente que tengo a mi lado, que, si no fuera por ellos, no estaría aquí.
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