Mujer como sujeto pasivo, infantil, sumisa, desconocedora de su cuerpo, de sus decisiones. Silenciada. Todo esto puede ser violencia obstétrica, además de las prácticas invasivas, como la episiotomía, la maniobra de Hamilton o de Kristeller… practicas de las que hablaremos luego, pero que están a la orden del día en todos los hospitales del mundo.
La violencia obstétrica es “cualquier conducta, por acción u omisión, que realizada por personal de la salud afecte el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, como el trato deshumanizado, la medicalización injustificada y la patologización de procesos que son naturales”.
De acuerdo con la abogada estadounidense Farah Diaz-Tello, la violencia obstétrica es una violación de los derechos humanos de las mujeres, una transgresión a la no discriminación, a la libertad y a la seguridad de la persona, también constituye una violación a la salud reproductiva y a la autonomía, así como a derecho a la ausencia de un trato cruel, inhumano y degradante. La primera referencia del término apareció en el año 1827, en una publicación en inglés, como crítica a las prácticas brutales habituales en los paritorios.
La violencia obstétrica se puede llevar a cabo de diferentes maneras, entre las que se encuentran: No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas, obligar a la mujer a parir en una posición que le resulta incómoda, si hay alternativa, obstaculizar, sin causa justificada, el apego precoz del niño con su madre, negándole la posibilidad de cargarlo y amamantarlo, alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso de técnicas de aceleración, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer y practicar el parto por vía de cesárea, cuando haya condiciones para el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
Este tipo de violencia de género puede definirse como la apropiación del cuerpo y de los procesos reproductivos de las mujeres por prestadores de salud, que se expresa en un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres.
Aunque España aún no las ha tipificado específicamente, las prácticas constitutivas de violencia obstétrica se encuentran prohibidas en nuestro país, ya que suponen la vulneración de derechos básicos reconocidos en Convenios internacionales, así como en nuestra Constitución: a la integridad física y moral (artículo 15), a la libertad personal (artículo 17) y a la intimidad (artículo 18).
Cada vez son más las mujeres que han decidido hablar y elevar la voz ante estos casos. Se supone dar a luz debe ser un momento intimo, bonito, alrededor de las personas que quieres, siendo la persona que da a luz la que tome las decisiones más básicas. Por ejemplo, Clara Marín, periodista freelance, contó en ElDiario.esque echaron a su marido de la sala del parto, se llevaron a su hija en el momento que nació y, entraron cinco ginecólogos mientras estaba de parto “entran cinco desconocidos a meterte el brazo en la vagina mientras tú te retuerces”.
Ella no es la única, tanto es así, que Francisca Fernández, abogada, va a llevar ante la ONU cuatro casos por violencia obstétricaen diferentes hospitales públicos españoles. A una de sus clientas, le practicaron una cesárea "por estar saturado el paritorio" y le pincharon la epidural hasta diez veces. Sufre una lesión neuropática, debilidad generalizada, anemia, insomnio y ansiedad. A otra, escuchó durante todo su parto, por parte de la matrona frases como: "Se ha portado muy mal", "no se merece a esa niña", "tendría que quitarte a la niña, porque te has portado muy mal". La infantilización hasta en pleno nacimiento de tu bebé.
Cuáles son las prácticas invasivas más conocidas
La episiotomíaes un procedimiento quirúrgico que comprende el corte del perineo, el cual comprende piel, plano muscular y musosa vaginal, durante el trabajo de parto para agrandar el canal vaginal. Esta “mutilación vaginal” ha pasado del 90% de partos al 52% de los casos en los hospitales públicos españoles, a más de 150.000 mujeres al año, y que muchas veces ni siquiera se comunica a las futuras madres. Esta practica tiene secuelas tanto físicas como psicológicas, desde la incontinencia urinaria hasta dolores en el acto sexual.
La maniobra de Kristeller, la presión con puños o antebrazo sobre el fondo uterino para que la cabeza del bebé descienda. Esta maniobra puede causar a la madre traumatismos que van desde hematomas y dolor en las inserciones musculares y fractura de costillas hasta rotura del útero e inversión uterina, que pueden provocar a su vez hemorragias graves y, en casos extremos, conducir a la extirpación del útero.
La maniobra de Hamilton es un método de inducción del parto que consiste en despegar con el dedo las membranas amnióticas de la pared del útero. Esta técnica, que puede ser efectuada tanto por la matrona como por el ginecólogo y se realiza mediante un tacto vaginal con un movimiento circular del dedo. Esta practica puede producir sangrados en la vagina de la futura madre.
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