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La prostitución; una lucha entre los dos feminismos

Actualizado: 22 ene 2019


Imagen sin derechos de autor

La prostitución en España se encuentra en una situación muy particular y diferente a la de nuestros países vecinos: la alegalidad. Esta actividad no es legal, pero tampoco ilegal y su ejercicio es libre. Si una persona se queda con el beneficio del ejercicio de este, no está penado en todo el territorio español. Por otro lado, si está sancionado su consumo en zonas de tránsito público, cerca de lugares donde se encuentren menores o en zonas donde suponga un riesgo para la seguridad vial. Sin embargo, esto incumbe en un nivel nacional, mientras que los ayuntamientos tienen la capacidad y el derecho de sancionar la prostitución en la vía pública de la ordenanza municipal.


En Europa conviven distintos modelos de regulación de la prostitución. Es legal en países como Alemania, Holanda, Suiza, Hungría, Letonia, Austria y Grecia. Hay países como España, Portugal e Italia donde no está regulada y otros como Suecia, Noruega o Francia donde está castigada. Fuera de la Unión Europea es legal en Nueva Zelanda, algunos estados de Australia y el estado norteamericano de Nevada, donde están Las Vegas.


En Europa, la ley de prostitución más liberal es la alemana aprobada en 2002. Esta ley reconoce a las trabajadoras del sexo derechos laborales y cobertura social como prestadoras de un servicio. No obstante, en abril de 2016 el Consejo de Ministros alemán aprobó un proyecto de ley que establecía penas de prisión de tres meses a cinco años para quienes mantengan relaciones sexuales con prostitutas que no ejercen libremente esa labor, cuando el cliente sea consciente de ello.


Holanda, por su parte, levantó la prohibición de los burdeles en el año 2000 y desde entonces tolera el trabajo sexual, pero deja en manos de los ayuntamientos la posibilidad de exigir un permiso para trabajar en el sector. Su centro neurálgico de la prostitución es el Barrio Rojo de Ámsterdam. En países como Hungría y Letonia la prostitución es legal y está regulada, pero no los prostíbulos.



Suecia se convirtió en 1999 en el primer país del mundo en castigar por ley a los clientes de la prostitución, un modelo copiado años más tarde por países como Noruega, Irlanda, Francia e Islandia.


Fuera de la Unión Europea, nos podemos encontrar con Nueva Zelanda, que la despenalizó totalmente en 2003 y estableció medidas más protectoras sin obligar a las profesionales del sexo a registrarse como tal.


Nos encontramos en un momento donde la prostitución se ha instalado en la agenda de los medios de comunicación, el mundo político y la sociedad. Como dice Vanesa Saiz, vicedecana de la Facultad de Periodismo de Castilla-La Mancha, es especialista en Feminismo y estudios de género, “hasta ahora ningún partido político se había posicionado, salvo quizás el PSOE o Izquierda Unida, que a veces lo tenían explícito en los programas electorales. Las próximas elecciones generales, probablemente tenga como uno de los temas de campaña la prostitución, donde Ciudadanos y PSOE se han posicionado”. Saiz afirma que es un momento interesante porque los partidos no tienen ahora mismo otra alternativa y partidos como el PP o Podemos van a tener que decidir.

El feminismo ha encontrado en la prostitución una de sus últimas fronteras.

El feminismo ha encontrado en la prostitución una de sus últimas fronteras. Por una parte, el abolicionismo se centra en la idea de que la prostitución es una institución patriarcal, donde la mujer se encuentra subditada al hombre y comparada, incluso, con las violaciones. Por otra parte, la regulacionista, que cree que la prostitución se puede entender como un trabajo y la posibilidad de usar el cuerpo, normalmente femenino, como elemento de trabajo.


Rosa Cobo, teórica feminista y una gran defensora de la prohibición afirma que “la prostitución es una institución básica de las sociedades patriarcales y, además, es una realidad económica neoliberal, siendo un sector clave para el capitalismo.” Mientras que Mamen Briz, portavoz del Colectivo en defensa de los derechos de los trabajadores del sexo, y a favor de la legalización, afirma que no es lo mismo prostitución que trata y que, aunque 8 de cada 10 mujeres que ejercen la prostitución lo hacen contra su voluntad, no se trata de mayorías, porque las minorías también tienen derechos.


La realidad es que la prostitución mueve hasta 160.000 millones de euros a nivel mundial, según datos de la web sobre el mercado negro Havocscope. En España hay al menos tres burdeles por cada hospital público. En uno de los países con más clientes de prostitución del mundo, el Gobierno quiere regular la trata y la explotación sexual con una nueva ley que proteja a las víctimas forzosas.

“Está muy relacionada con una sociedad heteropatriarcal, que sigue juzgándonos en función de nuestra sexualidad”

En una Jornada sobre los Derechos Humanos, Trabajo Sexual y Trata organizada por Hetaira, la primera organización española en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales, se habló de la estigmatización que sufren las prostitutas y trabajadoras sexuales. Cristina Garaizabal, fundadora de la organización, afirmó que esta estigmatización “está muy relacionada con una sociedad heteropatriarcal, que sigue juzgándonos en función de nuestra sexualidad”. El estigma de ser puta, añade, “sirve como castigo preventivo para evitar que salgamos del buen camino”. En el caso de las trabajadoras sexuales migrantes, se permite recortar la libertad de movimiento, por lo tanto, es aún mayor. “Como cualquier mujer con una determinada apariencia y extranjera es susceptible de ser víctima de trata, se impide su entrada. Ahí, por lo tanto, la discriminación ya no es solo ideológica, sino también legal”, sentenció.


El tabú tanto en el sexo como en la sexualidad de cada persona está en pleno auge. Más pensamos que la sociedad es abierta y libre y más parece que abundan las mentalidades cerradas. Los prejuicios. Los abusos y la LGTBfobia. La exclusión del tema en la familia, en el grupo de amigos…


Por eso mismo, hablar con alguien que se dedica totalmente al sexo, donde su trabajo y su método de vida es la sexualidad en su máximo esplendor, es lo más interesante y lógico. Así, Valerie May y Ariadna Escort son dos trabajadoras sexuales que han hablado acerca de cómo se trata la sexualidad desde su trabajo, con su familia, sus amigos, cómo han tratado sus padres el sexo y cómo lo harían ellas.


Valerie May, por su parte, explica que la sexualidad está siendo cada vez más normalizada, pero, a la vez existe una herencia de padres opresores y con ideas prejuiciosas que siguen patentes en la juventud de hoy día. A la hora de explicar a su familia la opción que había elegido, "me han pedido que no tenga Instagram ni Facebook porque sus amigos podrían encontrarme”. Ella sentencia que quiere mostrar su cara y hacer público que, para ella, ser prostituta es normal: su decisión. En cambio, otro familiares se han tomado la prostitución como una deshonra familiar.

“Te debates entre el corazón y la razón”

Ariadna tiene una historia totalmente diferente. Solo lo sabe su hermana. “A mis padres a día de hoy no se lo he dicho, ellos como la mayoría tienen la prostitución estigmatizada, ven la prostitución como una salida oscura y desesperada”. Para ella es muy duro no saber ni poder contar una parte importante de su vida. “Te debates entre el corazón y la razón”. Por una parte, no quiere hacerle daño, ni que sufran, pero moralmente sabe que miente y hace crecer el estigma acerca de la prostitución: un círculo vicioso.


La estigmatización del sexo, de la sexualidad y del trabajo sexual está a la orden del día y supone un peso muy grande en los hombros de las mujeres que se dedican a esto. Aunque se quiera la abolición, se desee la regulación de esta práctica o no se sepa qué lugar se toma, Saiz explica que “no creo que seamos capaces de desmantelar la industria sexual y la prostitución y, mucho menos, la cuestión de la trata o la explotación sexual simplemente porque decidamos penalizar a los clientes”. Es más fuerte, más seguro, crear derechos a las prostitutas, que consigan tener un Estado de derecho que las ampare y las ayude y, a partir de eso, desmantelar toda la trata y la pérdida de derechos de estas mujeres.

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