Las rapadas. El franquismo contra la mujer fue escrito por Enrique González Duro, uno de los psiquiatras más destacados de nuestro país. Las rapadas es un libro publicado en 2012 por la editorial Siglo XXI y consta de un total de 224 páginas en las que se incluye tanto un índice, como los capítulos con declaraciones reales y una bibliografía completa apoyando todo lo dicho.
González Duro es psiquiatra, profesor universitario, historiador y escritor, Además, es uno de los líderes del movimiento antiinstitucional de los años 70, poniendo en duda la psiquiatría tradicional y proponiendo otras. Puso en marcha el primer Hospital de Día y emprendió la reforma de las instituciones psiquiátricas de Jaén. Entre sus obras podemos encontrar Represión sexual, dominación social o Biografía del miedo.
“Se las castigaba por haber transgredido los límites de la feminidad tradicional”
Las rapadas se divide en 10 capítulos. En ellos, se trata el de la Guerra Civil Española y cómo afectó esto a las mujeres, la primera arma de guerra en todo conflicto. Comienza con el golpe militar de Mola el 18 de julio de 1936. A partir de esta introducción, comienza a hablar de las mujeres rojas, aquellas que durante toda la guerra son perseguidas y juzgadas como el mal de la sociedad y quienes conducen a los hombres a la barbarie. Uno de estos ejemplos es el de Margarita García que fue acusada de buscar y encontrar a un religioso que después fue asesinado por los republicanos. Pero este no fue el único caso en el que juzgaron a una mujer por promover el fusilamiento de personas de derechas o por reírse de sus muertes. Toda mujer que no seguía el modelo del movimiento era tachada de no-mujer y “se las castigaba por haber transgredido los límites de la feminidad tradicional”.
A raíz de esto, surgió el estereotipo de rojas que contaba con el apoyo del psiquiatra Antonio Vallejo Nágero y las califica como “engendro de todos los monstruos apocalípticos”y que por ello había que purificar España de esas mujeres que habían tentado a los hombres a la guerra. Además, se puede ver una cita del periódico nacional El Pensamiento Navarro el 25 de agosto de 1936 el cual utiliza frases como 'Cubre tus carnes, mujer' o '...tanto español muertos en el campo. Muertos por ti. Por tu culpa'.
Pero esta figura de la miliciana representaba igualdad entre hombres y mujeres en el campo republicano, buscándose un buen futuro entre los dos sexos, luchando juntos. Además, simbolizaba el valor y coraje del pueblo contra el fascismo.
“Contraponían la imagen de “madre necesaria””
Pero la realidad es que esta imagen de miliciana no era tan abundante. Ni siquiera las Organizaciones feministas apoyaban esta nueva imagen de mujer y en el gobierno de Largo Caballero fueron eliminadas del frente, ya que estas evidenciaban la virilidad de los hombres y “contraponían la imagen de <<madre necesaria>>”. Aunque el juego de la mujer había mejorado con la Segunda República, en la guerra civil sufrió un gran retroceso con frases como 'Los hombres al frente; las mujeres en la retaguardia.', cambiando la imagen de mujer miliciana a 'madre combatiente' quien apoyaba a sus hijos para convertirse en milicianos republicanos, pero no combatiendo directamente en la guerra. Aún así, aunque no había muchas milicianas tras diciembre de 1936, el tipo fue mantenido durante el franquismo, dándole una imagen salvaje y diabólica.
El autor durante todo el libro quiere poner los cimientos de la imagen de mujer republicana que vamos a encontrar durante todo el libro. Una mujer mala, humillada y culpable de todo lo sucedido.
“Delincuentes marxistas femeninos”
Se hace, además, es una descripción de la mujer republicana en el bando franquista. Vallejo Nágera, psiquiatra del bando nacional las denominó 'delincuentes marxistas femeninos', negándoles su condición de mujer, las definía con un carácter infantil y animal a la vez y desaparecían 'los frenos que operan sobre ellas […] se despierta en el sexo femenino el instinto de crueldad por faltarles las inhibiciones inteligentes y lógicas.'
Además, Vallejo, después de un estudio a unas 50 mujeres de una cárcel de Málaga, a algunas las dividió por su necrofagia, es decir, por mofarse de los muertos de derechas. Otras eran hembras marxistas, las cuales lucharon en el frente de la guerra y algunas de estas tuvieron una actuación libertaria destacada. Pero, todas tenían antecedentes de familiares con anormalidad psíquica y revolucionarios. Otro grupo, lo llamó psicópatas antisociales y eran aquellas que 'liberaron sus tendencias psicopáticas por su descontento'. El último grupo fue el de las libertarias congénitas, las revolucionarias natas.
Pero este no fue el único hombre que dividió a las mujeres. Enrique Jardiel Poncela lo hizo por colores; las verdes, rojas, lilas y grises. Las mujeres verdes eran las fatales; divorciadas, viajeras, rubias... Después, encontramos las rojas, aquellas que eran agitadoras políticas, propagandísticas... Las mujeres lilas eran las que querían vivir sus vidas, 'republicanas por admiración al talento y la belleza física de Azaña'. Por último, encontrábamos las grises, aquellas sumisas en su hogar, las que aburrían.
En contrapunto con la imagen de mujer republicana, se encontraba 'el retrato ejemplar de la raza', es decir, la imagen de la mujer que encaraba los valores de la nueva sociedad española. Una mujer católica, con sentido social, 'sin más aspiración con la de haber cumplido.'
La mujer roja, despojada de su condición de mujer, demonizada y ridiculizada era más fuertemente castigada que los hombres, ya que, a estas, se las humillaba por todo el pueblo. 'A la salida de misa de las doce es cuando aprovechan para pasear en fila a las mujeres que pasaban por rojas, desaliñadas del todo, cortado el pelo y afeitadas las cejas.' Se las paseaba bajo el efecto del aceite de ricino y rapadas además de las violaciones que tuvieron que sufrir en silencio.
El Paseo de las Mujeres
Pero el paseo de las mujeres rojas rapadas por los pueblos no eran casos aislados. Esta era un método importante y significativo, ya que así eran marcadas de ser familia de rojos, además de la humillación que suponía. Y esa vergüenza provocaba el silencio, la aislación social, sufriendo una despolitización completa, reeducadas por no ser afines a la religión católica. Además del aislamiento social que surgía. Pero, muchas de estas mujeres siguieron luchando en la clandestinidad, colaborando en la causa antifranquista.
Se hace referencia a las mujeres republicanas que se las apartaba socialmente por el mero hecho de su forma de pensar o por ser viuda de un fusilado en la guerra. Además, estas mujeres se las denominaba individuas en vez de señoras como se las llamaba a las de derechas. A estas señoras de derechas no se las podía relacionar con los trabajos que hacían las individuas, ya que ellas 'se podían permitir el que otras lo hiciesen por ellas'.
Las republicanas eran el mal de la sociedad de aquella época porque 'habían invadido el espacio público, haciéndose socialmente visibles', lo que producía que no cumplieran la imagen que se tenía de la mujer tradicional, aquella ya mencionada anteriormente, 'una menor de edad crónica, silenciosa y silenciada, socialmente invisible y recluida en el hogar'- Por ello, se creaba la necesidad de castigar a las rojas.
Y la mejor manera de castigarlas era humillándolas. Ya hemos podido ver que durante toda la guerra se rapaban a estas mujeres y se paseaban por el pueblo ridiculizadas por no cumplir el estereotipo idealizado de mujer. Pero el rapado no era el único método. La mejor manera de silenciarlas también era la violación ya que así las hacían sentir pequeñas e indefensas. Apartadas de la sociedad.
Con el fin de la guerra al producirse la toma de Madrid, se instauró realmente el franquismo en España, como podemos ver en el octavo capítulo, 'Comienza la victoria...'. En este, podemos ver como se obligó a los residentes de las ciudades que no habían sido 'liberadas' con el golpe militar, volver para poder tener a todo el mundo más controlados, principalmente a los republicanos que quedaban. Las mujeres seguían tratándose como 'putas rojas', con el principal objetivo de cosificación: 'Tú eres mía y puedo hacer contigo lo que me dé la gana.'
El Estado Viril autorizaba la violación como tortura
En el primer franquismo la violencia se disparó, sobretodo con los métodos de represión policiales, los cuales se fueron perfeccionado y adoptando medidas de la Gestapo. El rapado y las violaciones seguían estando en pie de guerra y aunque algunos casos fueran denunciados nunca seguían adelante ya que formaban parte del rastro de la guerra. La violación ante todo seguía el discurso de la virilidad, del hacer al hombre más hombre y que la mujer siguiese el modelo tradicional, lo que llamaban 'Estado viril', donde se autorizaba la violación como tortura. Aún así, la mujer en su silencio parecía mantener su dignidad.
“Tener que ir a misa a punta de pistola y soportar los insultos de los curas y los fascistas”
Las experiencias de esas mujeres encarceladas se cuentan con gran detenimiento donde las vivencias de mujeres en concreto que las habían metido en la cárcel, ya hubiese sido por participar directamente en la República como por ser mujer o madre de miliciano. Se cuentan verdaderas locuras que se hacían entre esas paredes, desde las violaciones continuas, como los rapados y las grandes palizas que podían dejarlas sin anda o simplemente sin ganas de vivir. En estas cárceles se sometían diariamente a humillaciones como las de 'tener que ir a misa a punta de pistola y soportar los insultos de los curas y los fascistas' o no tener nada para beber.
Pero también, las mujeres de los que se encontraban en la cárcel se quedaban en la calle sin nada, sin casa, sin dinero, sin trabajo. Buscaban lo que podían y sino, se dedicaban al estraperlo para poder llevarse algo a la boca todos los días. Esquivando a la Guardia Civil todos los días y si las pillaban, tenían que pagar una multa que no podían pagar, lo que las llevaba a entrar en la cárcel abandonando a todas las personas que tenía a su cargo; 'una vida de pena'.
Se explica por qué a las mujeres republicanas se las humillaba de esa manera, por qué se las rapaba, por qué se las violaba. El cuerpo de las rojas suponía conseguir lo que los militares no conseguían con las armas, ser dueños de sus cuerpos, luchando así con su gran enemigo, los milicianos. El rapar a una mujer significaba la sumisión de su cuerpo de una forma visible a todos, no se podía esconder hasta pasado un tiempo, lo que producía ese dominio de su vida. La toma de aceite de ricino suponía el descontrol de su cuerpo. Muchas veces esto sucedía dentro de las Iglesias para que así se despojaran de su situación de mujer roja para recuperar su moral, aunque también ocurría dentro de los cuarteles, como represión de los civiles.
Además, también explica que en 1962 se extendió una ola de huelgas en Asturias en la que las mujeres y mineros participaron activamente, pero acordaron una subida de sueldos con los mineros y se tranquilizó el país. La situación volvió a ponerse tensa y comenzaron de nuevo los movimientos huelguísticos, convirtiéndose en un conflicto político. Muchos intelectuales intentaron participar en el conflicto ya que se nadie se enteraba realmente de lo que estaba pasando. Por lo tanto, los 120 mayor prestigio como Vicente Alexaindre, Buero Vallejo o Antonio Saura entre otros se dirigieron al ministro Fraga sobre las actuaciones del capitán de la Legión entre las que se encontraban los rapados al cero de varias mujeres y la castración de un minero. Pero, Fraga desmentía todo lo que habían hecho los militantes diciendo que 'las sistemáticas provocaciones de esas damas a la fuerza política las hacían más que explicables.' A partir de ese escrito se le fueron uniendo más y más intelectuales incluso franceses, norteamericanos, latinoamericanos e ingleses.
Por lo tanto, el autor concluye con que los herederos ideológicos del régimen impiden recuperar la memoria histórica de la guerra porque 'aún siguen mandando despóticamente en España.' Un recorrido largo, minucioso, intencionado y que congoja acerca de la Guerra Civil Española y cómo son ellas, al final, las sufridoras de un conflicto librado por el género masculino. González Duro habla sin escrúpulos de una realidad que nos abruma y que, quizás, no queremos ver.
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