Durante cientos de años, la realidad de las mujeres ha sido empequeñecida por una sociedad donde el hombre ha reinado vivido a sus anchas. Hemos visto como los maridos de ellas se hacían con el poder y el renombre de inventos, por ejemplo, llevados a cabo por los dos o solo por ellas. Sí es cierto, que en aquellas épocas donde la mujer no tenía ni voz ni voto, podríamos llegar a entender esta situación. El mundo no estaba preparado para mujeres fuertes, inteligentes y con voz.
Sin embargo, solo unos años atrás, podemos encontrar que esta práctica ha seguido llevado a cabo. No es una realidad pasada, es la actualidad. Hombres que quieren quitarle todo el protagonismo a ellas, en todos los ámbitos de la vida, incluso en el arte.
En el MET menos del 5% de los artistas son mujeres, sin embargo, el 85% de los desnudos son de mujeres.
En el arte, sobretodo, parece que no hay mujeres artistas. Si nos ponemos a pensar, en el colegio, el instituto, en los museos, solo pensamos en hombres; Goya, Da Vinci, Picasso, Velázquez… ¿Es porque las mujeres no tienen talento para el arte, o porque nos hemos empeñado en silenciar a las mujeres? En el Museo Metropolitano de Nueva York, menos del 5% de los artistas son mujeres, sin embargo, el 85% de los desnudos son de mujeres. En el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid hay más artistas llamados Manuel que mujeres expuestas. ¿Hemos dejado de existir?
Walter Keane fue un artista estadounidense de los años 60 reconocido por sus retratos de ojos grandes. Un estilo artístico inconfundible con niños, mujeres y animales que representaban una gran tristeza. El artista contaba que su arte estaba inspirado en el Berlín que vio después de la Segunda Guerra Mundial mientras estudiaba en Europa.
A mediados de los años 50, conoció a la que sería su mujer en un festival de arte, Margaret Keane y a la que le debemos, realmente, esos ojos tristes. Ella nació el 15 de septiembre de 1927 en la ciudad de Nashville, en el estado de Tennessee en Estados Unidos. Desde su infancia se dedicó a la pintura, estudió en institutos locales de Tennessee y más tarde hizo su carrera en la en la Escuela de Moda Thraphagen en Nueva York.
Margaret cuenta se dio cuenta de que su marido la estaba suplantando una noche en un club de San Francisco donde su marido exponía y vendía las pinturas. Allí, un señor se le acercó a preguntarle si ella también pintaba. Todo ese tiempo había sido ella la que estaba plasmando su realidad en el lienzo, mientras él se limitaba a poner su nombre y a quedarse con todos los méritos
Con el dinero que ganaban con los cuadros de los niños de ojos gigantes, se compraron una gran casa con piscina. Y mientras Walter se daba al alcohol y a las mujeres, Margaret pasaba hasta 16 horas al día encerrada en su estudio pintando.
En 1965, la pareja se divorció, pero no fue hasta 1970 cuando los cuadros ya no tenían tanto valor que la artista decidió que no iba a mentir más sobre la autoría de ellos. Quería contar su verdad, pero su exmarido contraatacó diciendo que ella era una mujer infiel y mentirosa compulsiva. A mediados de los 80, el suplantador dijo en una entrevista que la artista había dicho que eran sus obras porque pensaba que él había fallecido.
Por esta causa, Margaret demandó a Walter por difamación a lo que el juez pidió que cada uno en la sala hiciera un dibujo. Ella tardó 53 minutos en hacerlo, él se negó diciendo que le dolia el hombro. El juez acabó concediendo a Margaret una indemnización de 4 millones de dólares que el acusado nunca llegó a pagar. Margaret explicó en una entrevista que los ojos tristes, esa nostalgia que se veía en los cuadros, poco tenía que ver con los niños en Berlín, sino la realidad de su propia vida.
Ahora tiene 91 años, vive en Napa, California
Esta historia se ha llevado a la gran pantalla de la mano de Tim Burton, en el largometraje llamado Big Eyes, interpretado por Amy Adams y Christoph Waltz.
Trailer de Big Eyes
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